Egipto 2025 (I) |
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Del 6 al 16 de septiembre
El viaje a Egipto estaba concebido desde el principio como un viaje familiar para una inmersión cultural en la época faraónica. Del 6 al 16 de septiembre recorrimos el país de norte a sur, visitando templos, pirámides y tumbas que tantas veces había visto en libros y documentales. Sin embargo, aunque la intención era un viaje “100% cultural”, pronto se convirtió en un 95%. El 5% restante lo aportaron mis prismáticos y el teleobjetivo, que siempre encontraron un hueco entre piedra y piedra para acercarme a la avifauna de estas latitudes. No fue un destino pajarero de grandes sorpresas, ni de abundancia comparable a otros lugares que he visitado, pero sí una experiencia especial: observar un ave en escenarios tan cargados de historia como Abu Simbel, el Valle de los Reyes o el propio Nilo convierte cualquier cita en algo único. Egipto no es un país que destaque por su riqueza ornitológica en comparación con otros destinos africanos. Sus extensas zonas desérticas y semidesérticas no ofrecen demasiadas oportunidades, y muchas de las especies vistas tienen equivalentes en la península ibérica. Aun así, con la mirada siempre atenta al cielo, a los muros de los templos o a las orillas del gran río, pude reunir un conjunto de observaciones interesantes. El Nilo fue sin duda el mejor escenario: durante los tres días de crucero desde Aswan hasta Luxor, las aves acuáticas se sucedía una tras otra entre los meandros, los campos de cultivo y los canales. El otro gran punto de interés fue la costa del mar Rojo, donde Hurghada no solo me brindó la posibilidad de un bautismo de buceo inolvidable, sino también una jornada de observación en una planta de depuración de aguas que resultó sorprendentemente productiva. El viaje comenzó en El Cairo, con la visita a Guiza, donde las pirámides de Keops, Micerinos y Kefrén junto a la esfinge de este último, lucen de una manera imponente en aquella meseta mágica. Allí, más que aves, lo que quedaba era la grandiosidad de la historia y el bullicio de la capital. Aun así, el inevitable Gorrión común (Passer domesticus niloticus) se colaba entre las piedras milenarias, y la Golondrina común egipcia (Hirundo rustica savignii) sobrevolaba el recinto junto a varias Cornejas cenicienta (Corvus cornix pallescens). Tres días intensos allí en los que la cultura eclipsó cualquier avistamiento. |
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Fue en Aswan donde comenzó de verdad el lado ornitológico. En Abu Simbel, frente a los templos de Ramsés II y Nefertari, las aves se mostraban casi tan omnipresentes como el turista. Primeramente localicé a un Abejaruco esmeralda africano (Merops viridissimus), seguido del Avión isabel norteño (Ptyonoprogne obsoleta) que resultaba especialmente abundante, revoloteando sobre la fachada colosal. En la orilla del lago Nasser aparecieron especies como Paloma bravía (Columba livia), Tórtola senegalesa (Spilopelia senegalensis aegyptiaca), Garcilla bueyera occidental (Ardea ibis), Morito común (Plegadis falcinellus) y Cormorán grande (Phalacrocorax carbo). En el cielo, un Cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) y la silueta de varios Milanos negros (Milvus migrans aegyptius) recordaban que Egipto también cuenta con esta subespecie de milano de pico amarillo. Entre las sorpresas más curiosas, la presencia de un grupo de murciélagos, que no pude identificar, en el interior mismo del templo de Ramses II. Estos estaban colgados del techo junto a esos magníficos grabados que lucen estas colosales construcciones. El Nilo, sin embargo, fue el verdadero protagonista. Navegar por sus aguas ofrecía constantemente escenas de vida. Durante el recorrido, las ardeidas se hicieron omnipresentes: Garza real (Ardea cinerea), Garza imperial (Ardea purpurea), Garcilla cangrejera (Ardeola ralloides), Martinete común(Nycticorax nycticorax) y Garcilla bueyera occidental (Ardea ibis) se dejaban ver con facilidad. También llegué a identificar a una Garcilla azulada (Butorides striata) volando hacia el norte sobre la superficie del Nilo y a un buen número de Fumareles aliblancos (Chilidonias leucopterus) en migración siguiendo dirección sur el río. En un momento especialmente emocionante, un Águila pescadora (Pandion haliaetus) sobrevoló el barco siguiendo el curso del río. A sus pies, la abundantísima Gallineta común (Gallinula chloropus) se movía entre la vegetación. |
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El día más pajarero del crucero fue cuando dejamos atrás los dos impresionantes templos de Kom ombo y Edfú, justo cuando estábamos llegando a Luxor. Esperando con el barco varado en una orilla del Nilo para cruzar la esclusa del Esna, pude observar Calamón africano (Porphyrio madagascariensis), una especie siempre llamativa por su colorido y porte, también aparecieron Avefría espinosa (Vanellus spinosus), Andarríos bastardo (Tringa glareola), Cigüeñuela común (Himantopus himantopus) y Garceta común (Egretta garzetta). Entre las rapaces, un Aguilucho lagunero occidental (Circus aeruginosus) planeaba sobre los cañaverales, mientras que un Halcón pizarroso (Falco concolor) ofreció uno de los encuentros más destacados del viaje: una especie que, aunque escasa, encuentra en Egipto un hábitat favorable. Una Abubilla común (Upupa epops) también se mostró en un árbol cercano a la orilla y los Martines pescadores píos (Ceryle rudis), que eran tan abundantes que parecían acompañarme en cada orilla, hacían sus habituales picados hacia el agua siempre con la intención de sorprender a algún pez despistado. También se dejó ver fugazmente una Cotorra de Kramer (Psittacula krameri), y entre los paseriformes, un Carricero estentóreo (Acrocephalus stentoreus), bien adaptado a los carrizos del Nilo. Pero el verdadero regalo ornitológico de Hurghada llegó en el último día, cuando me acerqué al Sewage Works, una planta de depuración de aguas que pude ver en ebird que estaba cercana a nuestro hotel y que resultó ser un auténtico oasis para las aves. Allí, entre aguas y charcas, se concentraba una gran diversidad: como Cerceta carretona (Spatula querquedula), Cuchara común (Spatula clypeata), Focha común (Fulica atra), Cigüeñuela común (Himantopus himantopus), Zampullín común (Tachybaptus ruficollis) abundantísimo y de nuevo Aguilucho lagunero occidental (Circus aeruginosus). Entre las gaviotas, además de la reidora (Chroicocephalus ridibundus) ya vista en el Nilo, pude observar Gaviota picofina (Chroicocephalus genei) y, sobre todo, Gaviota ojiblanca (Ichthyaetus leucophthalmus), una especie mucho más localizada y característica de la región. Como broche, apareció también Cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), Alcaudón núbico (Lanius nubicus), Papamoscas gris (Muscicapa striata) y la Lavandera boyera (Motacilla flava), que completaron la lista de un día excelente. Concluido el viaje, la sensación general es que Egipto no es un destino pensado para pajareros, pero sí ofrece recompensas para quienes viajan atentos. La combinación de cultura faraónica y observación de aves lo convierte en una experiencia única, donde cada especie vista adquiere un valor añadido por el escenario en el que aparece. Ver a un Calamón africano (Porphyrio madagascariensis) en un canal del Nilo o descubrir una Gaviota ojiblanca (Ichthyaetus leucophthalmus) en Hurghada mientras, unas horas antes, me sumergía entre peces tropicales, son recuerdos que permanecerán tanto como la primera visión de la Gran Pirámide, Abu Simbel o los templos de Luxor. Regresé con la maleta llena de historia, de imágenes imborrables y de una lista de aves más corta de lo habitual, pero cargada de simbolismo. Porque si algo me llevo de estos días es la certeza de que, incluso en un viaje cultural por excelencia, siempre hay espacio para la naturaleza, y que el pájaro, aunque discreto, sabe hacerse presente también en la tierra de los faraones. |
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© micuadernodecampo 2004