Marruecos 2025 (III) |
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Del 21 de abril al 1 de mayo
PARTICIPANTES: Paco Bustamante y Quique Marcelo
CRÓNICA (Parte III) |
| Día 28 de abril |
| El desierto de Merzouga |
Se repite el mismo ritual mañanero. El despertador suena muy pronto, a las 6:00. Nos aseamos, desayunamos en la habitación con un desayuno que nos ha dejado preparado el chico del alojamiento, y preparamos todo el equipo óptico, ya que a las 7:00 en punto aparece Mohamed, el guía que nos ha asignado Brahim Mezane para realizar el tour por el desierto de Merzouga. Viene acompañado de Said, un conductor experto que maneja su 4x4 como si formara parte del paisaje, sorteando las dunas con habilidad y soltura. El tour tiene una duración prevista de unas 8 horas y desde el inicio se muestra prometedor. Llevamos anotados siete objetivos claros que queremos ver a lo largo del día, y no perdemos tiempo en comunicárselo a Mohamed, quien asiente con seguridad: se los conoce al dedillo. La primera parada nos lleva a una explanada inmensa, un terreno abierto que recuerda al Tagdilt Track, donde hay apenas un charco de un metro cuadrado. Pese a su humildad, sabemos que puede convertirse en escenario de lujo. No olvidemos que es agua en el desierto. Le pedimos a Said que coloque el coche entre el sol y el agua, a escasos metros del borde, para evitar molestar a las aves que están por llegar. No tardamos en tener recompensa: varias decenas de Ganga coronada (Pterocles coronatus) y Ganga moteada (Pterocles senegallus) comienzan a llegar en pequeños grupos. Primero se posan lejos, recelosas, pero poco a poco se van acercando a paso firme y coordinado, como un pequeño ejército. El espectáculo es sencillamente impresionante, uno de esos momentos que se graban para siempre. Con las gangas en el bolsillo, seguimos ruta. Nuestro segundo objetivo es el Gorrión sahariano (Passer simplex). Mohamed nos lleva a un pequeño asentamiento bereber con algunas jaimas y vegetación dispersa. No tarda en aparecer un grupo de gorriones, con su plumaje arenoso y comportamiento confiado. Se dejan observar a placer y conseguimos muy buenas fotografías. Justo cuando nos íbamos, aparece otro guía con un grupo de británicos, entre los que reconocemos a Scott y su hijo. Intercambiamos un breve saludo y seguimos nuestro camino: el reloj no perdona. Ahora buscamos a la esquiva Curruca sahariana (Curruca deserti), más difícil de localizar. Mohamed nos conduce a una zona pedregosa con arbustos dispersos. Aquí toca bajar del coche y caminar. Tras más de una hora de búsqueda infructuosa, Mohamed decide llamar al otro guía, quien nos dice que su grupo está observando la curruca en otro punto. Sin perder un segundo, nos dirigimos hacia allí. Por el camino, se nos cruza varias veces otro de los objetivos del día: la Terrera colinegra (Ammomanes cincturus), que se muestra mucho más confiada, posándose tanto en el suelo como en lo alto de pequeños arbustos, lo que nos permite disfrutarla y fotografiarla con calma. Llegamos finalmente al sitio indicado y allí está: la Curruca sahariana, moviéndose de arbusto en arbusto, nerviosa y ágil, buscando alimento. Nos mantiene ocupados un buen rato, pero conseguimos observarla con detalle y obtener algunas buenas tomas. Es una satisfacción especial, sabiendo lo complicado que es encontrarla. A media jornada, tras un breve descanso, ponemos rumbo a un pequeño oasis donde tienen localizado al Chotacabras egipcio (Caprimulgus aegyptius). El trayecto, de unos 40 minutos, nos lleva a través de zonas pedregosas y dunas. Desde lejos vemos que el grupo de británicos ya ha llegado. Nos tememos lo mejor, y acertamos: uno de los integrantes del grupo nos señala la ubicación exacta. Bajo una pequeña palmera descansan dos adultos y dos pollos perfectamente mimetizados. El camuflaje es tan efectivo que cuesta creer que estén ahí. Permanecen completamente inmóviles, lo que nos permite contemplarlos largo rato sin molestarlos. Nos queda un solo objetivo: el Cuervo desertícola (Corvus ruficollis). Lo localizamos de regreso al campamento, posado en la rama de una acacia solitaria junto a otro ejemplar, protegiéndose del fuerte calor del mediodía. Nos detenemos unos minutos para observarlos, satisfechos de haber logrado ver las siete especies marcadas al inicio del día. Antes de volver al alojamiento, aún nos queda una última parada en el Palmeral de Igrane. Este rincón verde es un verdadero oasis de vida, y no decepciona. Observamos varias especies en plena migración, como el Mosquitero silbador (Phylloscopus sibilatrix), el Mosquitero musical (Phylloscopus trochilus) y la siempre elegante Tórtola europea (Streptopelia turtur). También aparece, para nuestra sorpresa, un Turdoide rojizo (Argya fulva), y es la segunda vez que vemos hoy, ya que donde el Gorrión sahariano, también apareció uno fugazmente. Y creíamos que iba a ser de los más difíciles del viaje, en fin. Por la tarde, tras una comida rápida y algo de descanso, decidimos acercarnos a la laguna de Merzouga. Nos recibe completamente llena de agua, un espectáculo asombroso en medio del desierto. Está repleta de limícolas y otras aves acuáticas que reconocemos fácilmente: Cigüeñuela común (Himantopus himantopus), Correlimos menudo (Calidris minuta), Correlimos zarapitín (Calidris ferruginea), Chorlitejo chico (Thirnonis dubius), Chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus), Avoceta común (Recurvirostra avosetta) y Tarro canelo (Tadorna ferruginea), entre otras. Con la luz dorada del atardecer envolviéndolo todo, regresamos finalmente al hotel, agotados pero felices. Ha sido una jornada larga e intensa, quizás la más completa del viaje. Tras una ducha reparadora, cenamos en el Tifinagh Guest con una sonrisa de oreja a oreja, sabiendo que el desierto nos ha regalado uno de esos días que no se olvidan nunca. |
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| Día 29 de abril |
| De vuelta al Atlas - Cedral de Azrou y Parque Nacional de Ifrane |
Tras la intensa jornada del desierto, hoy afrontamos un día de transición con rumbo al norte. Decidimos no madrugar, y a las 7:30 nos levantamos con calma, dispuestos a disfrutar de un desayuno relajado en el restaurante del Tifinagh Guest House. Era necesario tomarse las cosas con otro ritmo después de la intensidad acumulada. Con las maletas ya cargadas en el coche, nos despedimos de Merzouga y emprendemos el que sería el trayecto más largo de nuestro viaje por Marruecos, rumbo al Parque Nacional de Ifrane, en el Atlas medio. Aunque el trayecto no supera los 400 kilómetros, las carreteras y el paisaje nos auguran unas seis horas de conducción, así que planteamos hacer dos o tres paradas pajareras para amenizar la jornada. La primera estaba prevista en el Oued Aziz, en el corazón de Er-Rachidia, pero al llegar, nos encontramos con una zona abarrotada de gente. Decidimos seguir unos kilómetros más, hasta salir del bullicio urbano y parar en un tramo tranquilo del río. Allí, pudimos observar Papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca), Chorlitejo chico (Charadrius dubius), Bulbul naranjero (Pycnonotus barbatus) y algún Mirlo común (Turdus merula). Buscamos también a la Lavandera blanca de la subespecie marroquí (Motacilla alba subpersonata), pero sin suerte. Me vino a la mente una foto que tomé de ella en un viaje anterior, allá por 2010 - pincha aquí. Seguimos avanzando hasta llegar a Zaida, una estepa similar al Tagdilt Track, que alberga especies esteparias muy similares. No obstante, al ir justos de tiempo, nos impusimos un límite de 40 minutos. El viento y la escasa actividad aviar nos impidieron registrar nada destacable, así que retomamos la carretera con destino al Parque Nacional de Ifrane, esperando llegar con algo de luz para aprovechar la última hora de la tarde. Y así fue: a las 18:50 entramos en el parque, un lugar mágico, con robles majestuosos que crean un ambiente boscoso y fresco, muy diferente al árido paisaje del sur, donde nada más llegar, nos dieron la bienvenida los Macacos de Berbería (Macaca sylvanus). Enseguida empezaron a aparecer especies propias de altitud y bosque: Herrerillo canario (Cyanistes teneriffae), Pinzón magrebí (Fringilla coelebs africana) y Milano negro (Milvus migrans) planeando sobre el dosel. Pero nuestro objetivo principal era otro: el Papamoscas del Atlas (Ficedula speculigera), una de las joyas del lugar. Y lo conseguimos. Un ejemplar se dejó ver en lo alto de un roble, con su característica mancha grande blanca en la frente y su cola completamente negra, sin marcas blancas en las plumas caudales exteriores como su pariente el Papamoscas cerrojillo. Nos miramos satisfechos. Un bimbo más, y de los que no se olvidan. Con esa alegría, nos dirigimos a Azrou, donde se encuentra nuestro alojamiento, el Riad Azrou. Cerramos el día con la tranquilidad de haber cumplido el objetivo, y con la idea de tomar la mañana siguiente con calma por el objetivo ya cumplido antes de continuar la aventura hacia la costa atlántica. |
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| Día 10 - 30 de Octubre |
| Cedral de Azrou, Ifrane, Merja Zerga y vuelta a casa |
El décimo día de nuestra aventura por Marruecos, el 30 de abril, comenzó temprano en el encantador Riad Azrou, una construcción con un aire nostálgico que evoca las primeras edificaciones de la ciudad. Nos levantamos a las 5:45 y, gracias a la amabilidad del personal, encontramos el desayuno preparado en una mesa del restaurante, tal como lo habíamos solicitado la noche anterior. Al salir, la niebla envolvía la montaña. Dado que Azrou se encuentra a unos 1500 metros de altitud, decidimos dirigirnos al cedral de Azrou, situado a mayor altura, con la esperanza de evitar la niebla. Al llegar, fuimos recibidos por los carismáticos Macacos de Berbería (Macaca sylvanus), seguidos de varias especies de aves, como el Cuervo grande (Corvus corax) y el Pinzón magrebí (Fringilla coelebs africana). A pesar de buscar intensamente al Papamoscas del Atlas (Ficedula speculigera), no tuvimos éxito en esa zona, aunque sí avistamos una pareja de Pito bereber (Picus vaillantii). Sin perder tiempo, regresamos al robledal que habíamos visitado la tarde anterior, a pesar del riesgo de que la niebla redujera la visibilidad. Nos propusimos partir hacia la costa a las 11:00, por lo que disponíamos de unas pocas horas para observar aves. Durante ese tiempo, logramos avistar entre cuatro y cinco ejemplares de Papamoscas del Atlas, así como Reyezuelo listado (Regulus ignicapilla), Agateador común (Certhia brachydactyla) y Trepador azul (Sitta europaea), entre otras especies. A la hora prevista, emprendimos el viaje de aproximadamente cuatro horas hasta La Casa Latifa, nuestro alojamiento del primer día. Llegamos alrededor de las 15:00 y, tras disfrutar de un bocadillo con las reservas que aún teníamos, nos dirigimos a encontrarnos con Younes a las 17:00 en el mismo punto que la vez anterior. Junto a Younes, nos adentramos por pistas de arena rodeadas de huertas de fresas, frambuesas y otras frutas y hortalizas, en busca de los búhos. Tras más de una hora de trayecto, llegamos a la marisma donde debían aparecer. Esperamos pacientemente hasta que, con vuelo pausado, aparecieron dos ejemplares de Búho moro (Asio capensis). Disfrutamos observándolos y tomando fotografías durante largo tiempo, incluso se posaron en los palos que delimitan las fincas. Fue una experiencia inolvidable. En la zona también avistamos Gaviota sombría (Larus fuscus), Lavandera boyera (Motacilla flava iberiae) Morito común (Plegadis falcinellus), Garcilla bueyera occidental (Bubulcus ibis) y Mochuelo europeo (Athene noctua). Con la tarea cumplida, regresamos al alojamiento alrededor de las 21:00, momento perfecto para una buena ducha, cena y descanso. El 1 de mayo, último día de nuestro viaje, lo dedicamos a levantarnos tranquilamente, disfrutar del desayuno y cargar las maletas para emprender el viaje de regreso al aeropuerto de Tánger, desde donde volamos de vuelta a Madrid. |
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CRÓNICA
(Parte III) |
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